Bin Laden, el Che y la oportunidad de Barack Obama
‘Osama Bin Laden ha muerto’, anunció Barack Obama. Me imagino que mientras hacía el anuncio, Obama pensaba ya en las consecuencias de la muerte del terrorista...
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Matko Koljatic
‘Osama Bin Laden ha muerto’, anunció Barack Obama. Me imagino que mientras hacía el anuncio, Obama pensaba ya en las consecuencias de la muerte del terrorista. En los medios, en la última semana, al igual que presumo hacía Obama, múltiples analistas han estado haciendo especulaciones respecto a las consecuencias de la muerte de Bin Laden y, en particular, sobre el futuro de Al Qaeda. En general, las opiniones se dividen entre los que creen que Al Qaeda seguirá operando en forma más o menos similar al pasado reciente, golpeando con atentados terroristas de gran repercusión en los países de Occidente, y aquellos que piensan que desaparecido el líder, la organización perderá fuerza y se vera reducida a una mínima expresión.
Me inclino a pensar, con el riesgo que siempre hay en tratar de adivinar el futuro, que con la desaparición de Bin Laden, sus ideas perderán fuerza y Al Qaeda pasará a ser parte de la historia de la humanidad más que una amenaza real.
Para argumentar lo anterior, y buscando referencias en la historia, pienso que el caso de Bin Laden no es muy distinto al del Che Guevara. Convencido de la necesidad de extender la lucha armada en todo el Tercer Mundo, el Che Guevara impulsó la instalación de focos guerrilleros en varios países de América Latina. La ejecución de Guevara, por una unidad del Ejercito boliviano, en que seguramente la mano de la CIA tuvo algo que ver, terminó con un personaje que, al igual que Bin Laden, había sido una fuente de inspiración para sus seguidores. Pero, una vez desaparecido el Che Guevara, la idea de la revolución armada en América Latina, comenzó a perder fuerza. La imagen del Che se convirtió en un ícono, una imagen que aparece en posters, poleras y banderas, pero sus ideas ya no inspiran a seguidores a seguir sus pasos. Las ideas tienen su tiempo, y las ideas del Che quedaron obsoletas. Ya no había un líder carismático para sustentarlas.
Los sucesos recientes en el Africa del Norte y el Medio Oriente muestran que los jóvenes en los países árabes quieren libertad y no dictaduras. Las ideas de Bin Laden están siendo superadas por la evolución democrática en los países islámicos. Si este diagnóstico es efectivo, lo que podemos esperar es que Bin Laden y sus ideas queden en el archivo del tiempo y que Al Qaeda se debilite, con lo que lo único que perdure de Bin Laden es su imagen iconográfica, tal como ha ocurrido con el Che Guevara.
Lo que nos lleva de vuelta a Obama y al problema del déficit fiscal de los Estados Unidos. Demócratas y Republicanos concuerdan en que hay que bajar el gasto fiscal para reducir el déficit fiscal. Hay proposiciones de reducción del déficit por ambos lados, que básicamente reducen los gastos en las prestaciones sociales que brinda el gobierno. Pero el análisis de los párrafos iniciales de esta columna presenta una alternativa que con Bin Laden vivo era inimaginable, cual es reducir el gasto militar en Estados Unidos.
Para tener una referencia, considere que Estados Unidos gasta en Defensa un 4,7% del Producto, la friolera de US$ 687 mil millones. En términos absolutos, esto es en dólares corrientes, cinco veces lo que gasta China (el segundo país que más gasta) y doce veces lo que gastan Rusia y el Reino Unido.
Si el peligro de Al Qaeda desaparece, Estados Unidos puede reducir apreciablemente su presencia en Iraq y Afganistán, reducir el gasto en lo que llaman Homeland Security (una enorme burocracia), cerrar bases militares y discontinuar proyectos militares de alto costo. Por cierto, ello traerá la oposición del lobby industrial militar y de muchos Estados que se benefician del gasto fiscal en defensa.
No será fácil para Obama superar esta oposición, particularmente cuando ya se viene su campaña por la reelección. Pero, si es reelecto, iniciando su segundo período presidencial, y si el análisis anterior se prueba correcto, Obama tendrá la oportunidad de bajar el gasto en defensa. Es lo que cabría esperar de alguien que ganó el Premio Nobel de la Paz.